La palabra respeto proviene del latín respectus y significa “atención” o “consideración”. De acuerdo al diccionario, el respeto incluye miramiento, consideración y deferencia.
El respeto como la honestidad y la responsabilidad son valores fundamentales para hacer posibles las relaciones entre las personas, ya que son condición indispensable para el surgimiento de la confianza en las comunidades sociales y empresariales.
La falta de respeto a nuestros semejantes, surge de la laxitud en la que ha caído la cultura moderna por el excesivo énfasis que hemos puesto en los derechos individuales, con el olvido de la responsabilidad y el deber como contra parte complementaria. Esta actitud ha traído como consecuencia una mala interpretación de lo que significa la dignidad de la persona y su responsabilidad social. Es una interpretación muy particular de que nuestro individualismo es “sagrado”, de que somos dueños de una manera muy conveniente de interpretar los acuerdos que hacemos.
La idea de la democracia con fundamento en nuestra soberanía nos hace olvidar el peligro de la anarquía. De hecho una mala interpretación de la ética podría llevarnos a la conclusión errada: como entendemos que de acuerdo a nuestra “autonomía”, las normas se fundamentan únicamente en nuestra subjetividad, entonces esta misma subjetividad nos da “derecho” de cambiarlas o de interpretarlas a nuestra propia conveniencia e interés personal, de tal manera que la ética se convierte en un instrumento más de “la voluntad de poder”.
En el marco de nuestra propia experiencia, cuando decidimos iniciar esta actividad en la zona, producto de nuestro análisis del mercado e investigación de los referentes que existían, concluimos que para llevar adelante nuestra empresa de gestión inmobiliaria, teníamos que distanciarnos de la situación existente, de una errada concepción de la actividad y sus vicios. Entonces nos propusimos poner toda nuestra energía en marcar una diferencia con respecto a lo “conocido”, imponiéndonos una metodología que hemos revisado y re inventado.
Debemos reconocer que el tiempo y nuestra experiencia local, se ha encargado de mostrarnos que el mal mirado corredor de propiedades, no era el único actor y responsable de la contaminación del ejercicio. Esta situación, va más allá del -en muchos casos justificado – prejuicio con el “viejo corredor de propiedades”, creemos que se trata de la falta de probidad ya instalada como un germen en nuestra sociedad con un salvaje y mal entendido libre mercado. Existe ligereza al empeñar la palabra, una disposición a respetar los acuerdos mientras es conveniente y una necesidad de guardarse siempre una carta bajo la manga. Todo parece ir bien hasta que se toca la delicada fibra del interés personal, que tiene su punto más álgido en el dinero, en la posibilidad de aumentar la propia ganancia, entonces, la palabra, los contratos y todo el discurso de transparencia, parecen esfumarse.
Sin embargo, no todas las personas equivocan el camino y sí existen los que entienden que al respetar los acuerdos, por sobre el interés personal, se ve beneficiada la actividad y por sobre todo, son las personas quienes se dignifican. En general son personas con visión más allá del aquí y ahora, son los que cumplen sus acuerdos y contratos quienes pueden lanzarse las veces que quieran en este u otro delicado ejercicio y se verán sólidos al estar respaldados por su probidad, son estas personas las que atraen a otros, dispuestos a confiar y emprender riesgos conjuntos.
Tenemos la esperanza de seguir encontrándolos entre la gran masa, para hacer este trabajo más llevadero, sin la permanente sensación de riesgo a que nuestra entrega, energía y recursos se pierdan en la indiferencia de la ambición egoísta, que muchas veces puede más.
Nuestro saludo y respeto a estas valiosas personas con quienes nos hemos cruzado en más de una ocasión y pueden contar con nuestra permanente disposición y energía.